“Siempre amé mi vida en Merrywood, era muy pacífico…con el río y las colinas alrededor.” – Jackie Kennedy.
Ya han pasado más de 20 años desde la muerte de Jacqueline Lee Onassis, más conocida como Jackie Kennedy. Tras dos décadas desde su desaparición, cualquier noticia relacionada con la Primera Dama de los Estados Unidos de América entre 1961 y 1963, sigue suscitando interés. Este año, además de haberse estrenado la película “Jackie”, la señora de Kennedy vuelve a los tabloides por la puesta en venta de la mansión donde pasó su adolescencia.
Construida en 1919, el edificio en poder del magnate Steve Case, dueño del America Online, está localizada en Washington D.C. y se vende por 42 millones de euros.
Aunque su lujoso interior ha sido renovado varias veces a lo largo del tiempo, la mansión que cuenta con 23.000 m2, ha sabido mantener una decoración acorde a sus orígenes. La construcción de 4 plantas conectadas por escaleras y ascensores cuenta con 9 habitaciones, 13 cuartos de baños, 2 piscinas, jardines que albergan un gimnasio y hasta una “bodega” donde almacenar los mejores vinos para recibir a lujosos invitados.
Su inmenso jardín fue diseñado por el conocido arquitecto Beatrix Ferrand quien llevó a cabo los campus universitarios de Princeton y Yale. Además, incluyen unas hermosas y exclusivas vistas al río Potomac de las que tanto disfrutaba Jackie.
La Gran casa de la familia Kennedy
Ya en su interior, el opulento hall permite divisar toda la planta baja decorada en tonos claros y dorados y en donde unos exclusivos muebles de corte clásico georgiano, acompañan un tapiz floral en las paredes. Los amplios ventanales y las enormes escaleras invitan a un “viaje” por las 4 plantas.
El patrón se repite en el comedor y los 9 dormitorios. En el comedor, sus sillas clásicas con altos respaldos nos recuerdan a la época del Rey Arturo, en donde destaca un enorme espejo de pared y un candelabro como lámpara de techo. Las habitaciones incluyen enormes ventanales cubiertos por inmensas cortinas, chimeneas y exquisitos accesorios que dotan los nueve espacios de un gusto clásico sin precedentes.
La parte más acogedora y que rompe ligeramente con el estilo del resto de los espacios es la sala-comedor. Respaldada por una biblioteca con estantes desde el suelo hasta el techo y grandes ventanales, la “salita” cuenta con cómodas butacas y sillones acolchados que reposan sobre una enorme alfombra en tonos claros. Destacan dos sillones Chester, un icono entre los ricos de la época.